viernes, 1 de octubre de 2010

Rencor




“Mi amor, el problema es el siguiente ¿Qué es lo que te hace falta? ¿Estás dispuesta a escaparte conmigo? Y Ella ¡Si, voy a donde me lleves! Estoy en tus manos.”
MANUEL PUIG


Caminar toda la noche por una carretera desierta da para pensar mucho. Por ejemplo en mi propia estupidez. Y porque esta estupidez me había llevado a estar caminando esta noche por una carretera desierta.

Llevaba más de un año haciéndomelo con Lucy. Tenía unas tetas estupendas. Grandes y duras como melones, con unos pezones rojísimos, que engordaban en mi boca. Al principio era solamente eso: quería saciarme de sus tetas.

Lo intenté todo. Cada vez que ella entraba en la tienda del viejo Bart, donde trabajo, ensayaba la mejor de mis sonrisas. Era todo lo amable que podía ser. A veces también me ponía grosero. En fin, las clásicas tonterías que hacemos en el pueblo para cortejar a las chicas.

Una vez la acorralé en una esquina de la tienda y recibí un puntapié en la espinilla. Todavía conservo la cicatriz, lo juro. Pero había que verla, maldita Lucy, moviendo sus tetas de un lado al otro de la tienda mientras cogía una lata de judías y crema de cacahuete. Me estaba volviendo loco, de veras. Nunca había tenido tantas ganas de comerme unas tetas.

Pero acabó por cansarme. Decidí terminar el juego. Y estuve toda la semana que siguió al incidente del puntapié sin hacerle ni puto caso.

Al viernes siguiente fue ella la que me acorraló en el billar. Y yo no era tan tonto como para darle un puntapié, con las ganas que le tenía. Esa misma noche tuve mi buena ración de tetas.

Joder, Lucy era mejor de lo que pensaba. Era una auténtica salvaje, nunca tenía suficiente. Además, nadie me había hecho nada igual con la boca, tenía una lija en la lengua y sabía como usarla para quitarme hasta la leche materna.

Durante este último año nos corrimos buenas juergas en el coche del viejo. Encontramos un camino abandonado que acaba justo en el lago, a veinte kilómetros del pueblo.

Y allí estuvimos toda la primavera y el verano, bañándonos en el lago, a la luz de la luna, y follando como locos en el Comet del 69. Bonito número ¿no? Pues nosotros montamos unos cuantos. Me tenía bien cogido de las pelotas la buena de Lucy.

Pero en otoño me volví más perezoso. Algunas noches me olvidaba de que había quedado con Lucy. Me quedaba en el billar, fumando cigarrillos y fanfarroneando con los amigos. O tonteando con las chicas que perdían el miedo y el nombre entrando allí.

En más de una ocasión vino a buscarme, aburrida de esperar que pasara a recogerla. Se ponía como una furia si me veía hablando con otra chica, y si estaba jugando una partida o tomándome una cerveza con los colegas, también se ponía furiosa.

Después me iba detrás de sus tetas, a buscar las llaves del Comet. Mientras tuviera el depósito intacto el viejo parecía no enterarse. De paso también vaciaba mi depósito, en el sendero del lago.
Aunque enseñara mucho las uñas Lucy era inofensiva. Con cuatro palabras cariñosas volvía a comer en mi mano. Y yo me comía sus tetas, hasta la indigestión. Además de verdad: una noche se las unté con crema de cacahuete. A ella le pareció muy gracioso, A mis intestinos no tanto. Siempre tan atrevida, la condenada.

Pero pasaban las estaciones, y en invierno ya me aburría. Que todo cansa, las tetas de Lucy, la crema de cacahuete, y el sendero del lago. Aún así tampoco tenía mucho que elegir en el pueblo. Hasta que llegó su prima Susan.

Susan venía del norte y, como todas las del norte, era un poco pardilla. La vigilé durante unos días, hasta que encontré el momento de engatusarla, para meterla una noche en el Comet.

No me dio tiempo de llevarla al lago. Se hizo un poco la tonta pero terminamos haciéndolo. Pero no había comparación.

Así se lo dije a Lucy esta noche, después de follar como perros vagabundos, en nuestro sendero. Mucho mejor que con Susan, si. Total, tarde o temprano se iba a enterar.

Bajé del coche para que mentara a mi madre a gusto, y maldijera y llorara un poco, mientras yo meaba sobre la luna reflejada en el lago. Ya se le pasaría.

Después la vi arrancar rápidamente el Comet, y alejarse como alma que lleva el diablo del lago.

Mi viejo me iba a matar.

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