lunes, 30 de diciembre de 2013

Dibujando pesadillas en el parque de atracciones

Algunos dicen que este lugar está habitado por fantasmas, y que el que se aventura a entrar en el no regresa jamás, otros dicen que hay una maldición sobre el parque de atracciones, aunque no son capaces de precisar cual, o cambian de versión según el pueblo donde la han escuchado, leyendas sobre un payaso que enloqueció de celos y disparó contra la taquillera de la montaña rusa y después contra los niños que hacían cola con nubes de algodón en las manos, o sobre cómo se desprendió una de las cabinas de la noria cayendo encima de la barraca de tiro, y aunque mi memoria es bastante frágil puedo decir que ninguna de ellas es realmente cierta, porque la verdad es bastante más terrible que todo esto, y si hay algún culpable de que se apagaran las luces de verbena y dejaran de girar los tiovivos, ese soy yo, su último habitante, que sigo vagando entre los hierros corroídos por el tiempo, en busca de gargantas que se ofrezcan a ahogar mis gritos, soy yo quien anima a los aventureros a correr en el túnel del terror, a sentarse en las butacas desvencijadas de la carpa circense,  a buscar refugio en las jaulas de las fieras, a jugar al escondite en la casa de los espejos, aunque cada vez recibo menos visitas, porque ya son pocas las jóvenes parejas que buscan satisfacer aquí mis instintos, burlándose de los fantasmas al pasar bajo el ajado letrero del parque, al que ya le han caído la mitad de las letras, o los intrépidos muchachos que ponen en juego su hombría, para perderla, hace unas semanas llegó un hombre escapando de la justicia, y disfrutó de una auténtica noche de verbena, que lo dejó tan agotado que, finalmente, no se resistió al cuchillo, ahora no puedo recordar cómo empezó todo este divertimento, quizás porque siempre me ha parecido que el mal habitaba bajo las sonrisas, y al quebrarlas encontré el camino para que dejaran de fingir y se liberaran con un torrente de lágrimas, al mismo tiempo que me convertía en prisionero de este parque de atracciones donde mi única ocupación es dibujar pesadillas, tal vez algún día llegue el que me libere a mí, el que me ofrezca descanso, pero son muchas las horas que dedico a minar el parque de trampas, aunque ninguna realmente mortífera, y sería muy difícil atraparme, tal vez mi frágil memoria algún día me traicione, y sea mi propio verdugo, cayendo en una de esas trampas y dejándome pudrir entre el óxido. 

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